Los imaginamos con el paso de los años llenos de nietos, pero, ley de vida, los hijos buscan nuevos horizontes y solo vienen de vez en cuando y nos encontramos con una casa enorme, con dormitorios y salones donde apenas entramos, pero que seguimos manteniendo, limpiando, calentando en invierno… y comprobamos que solo utilizamos una pequeña parte de lo que, en su día, era un hervidero de personas.
Suele suceder que ese momento coincide con la jubilación y, por consiguiente, con una importante reducción de ingresos, y las facturas del combustible para calentar esa gran vivienda se hacen duras de soportar.
¿Qué hacer entonces?
No podemos reducir el espacio, pero sí el sistema de calefacción. Para ello no basta con cerrar las llaves de los radiadores, suponiendo que funcionen, pues la caldera está dimensionada para una potencia y una brusca reducción de la misma la afecta muy negativamente.
La solución puede pasar por unas sencillas bombas de calor individuales compactas, sin unidad interior, y que proporcionan calor en invierno y frío en verano.
Siempre bajo el asesoramiento de expertos conocedores del producto, teniendo en cuenta que estos equipos aprovechan la energía del aire, por lo que al ahorro de utilizar solo las dependencias habitadas se une el extraordinario rendimiento de los mismos.