Reportaje

"Son mejores los pequeños pasos en buena dirección, que las prisas"

El arquitecto especialista en edificios históricos José Ramón Duralde ha rehabilitado en Boadilla del Monte el Antiguo Convento y su entorno, la iglesia de San Cristóbal o la explanada del Palacio del Infante Don Luis. Actualmente trabaja en los portones de este edificio, sus fachadas y la capilla. En reconocimiento a su trabajo, acaba de recibir el premio Palacio del Infante que cada año otorga la asociación Boadilla Activa.

 

 

No le gusta mucho el protagonismo. Quizá como la labor que realiza como arquitecto especializado en la rehabilitación de edificios históricos, buscando siempre “que no se note”. El arquitecto José Ramón Duralde (Madrid, 1956) es posible que pase a los anales de la historia de Boadilla como lo ha hecho –salvando las distancias– el también arquitecto Ventura Rodríguez, artífice del Palacio del Infante don Luis. Cierto que no ha construido ningún edificio de renombre, pero sí ha sido el encargado de restaurar y poner en valor la práctica totalidad del patrimonio histórico del municipio: la iglesia y el antiguo convento (hoy hotel de lujo), la iglesia de San Cristóbal –edificio de origen mudéjar– o la explanada del palacio.

 

Su gusto, respeto por el patrimonio, prudencia y apreciación de su buen hacer ha provocado que finalmente se haya dejado en sus manos el edificio más emblemático de Boadilla del Monte: el Palacio del Infante Don Luis. Lo que convierte un viejo sueño, del que tuvimos ocasión de hablar en una entrevista que le hicimos en 2006 –cuando el futuro del palacio, cedido a la SGAE, era más incierto–, en realidad.

 

Duralde conoce casi todos los secretos del edificio y su entorno, sus personajes –es un lujo la visita al edificio con sus explicaciones–... Es parte de su trabajo como restaurador, una especialidad de la arquitectura difícil, regida con sus propias reglas, y a la que se quería dedicar desde que tenía 14 años. “El arquitecto que interviene en el patrimonio, es decir, en obras que han hecho otros, tiene que ser un buen arquitecto en el sentido más amplio de la expresión. No vale con poseer una gran destreza técnica. Además, debe entender la realidad arquitectónica, tanto en el presente como el pasado”. El reto es doble: “Tiene que entender el edificio histórico para el que trabaja, preservar todos su valores, y a la vez, permitirle seguir una vida en una sociedad actual y futura”. Es decir, combinar la conservación del edificio con la funcionalidad. Así que, contra lo que pudiera parecer, “no se trabaja pensando en el pasado, sino para el presente y el futuro”.

 

Aún así, a pesar de años de profesión y experiencia, reinterpretar un edificio histórico es difícil. “Es incluso difícil acertar porque no siempre hay una única respuesta válida”. Por no hablar de los imprevistos que puedan surgir por el camino. Sorpresas como sucedió en la iglesia de San Cristóbal –su trabajo más difícil aquí junto con la recuperación del convento, dice–, cuando durante los trabajos de rehabilitación quedaron al descubierto sus orígenes mudéjares, lo que obliga a tomar decisiones no previstas y replantearse parte del trabajo.

 

 

José Ramón Duralde recuerda en este sentido el encargo de recuperar y dar otro empaque a la explanada del palacio. Cuando el Ayuntamiento de Boadilla sacó a concurso este proyecto, puso como requisito que la explanada se pavimentara, algo que él no veía del todo claro. Para su sorpresa y satisfacción, descubrió posteriormente que en documentos de Machuca y Vargas, arquitecto que colaboró con Ventura Rodríguez en la construcción del Palacio, “se hablaba de pavimentar la explanada, lo que quiere decir que ya estaba en la mente del infante y Ventura Rodríguez”.

 

El Palacio y su rehabilitación

¿Cómo recibió el encargo de ponerse manos a la obra con los trabajos de restauración del palacio? “Con mucha alegría y satisfacción. En el fondo es reconocer también que el trabajo anterior está bien hecho”.

De momento hay un plan para recuperar el edificio por fases. Ya se está trabajando en la recuperación de los portones de acceso a los jardines y en breve comenzarán los trabajos en las fachadas, la capilla, los jardines (el próximo año) y el entorno (explanada lateral, el nacedero, las viejas escuelas).

 

 

¿No sería preferible tener un proyecto completo de rehabilitación del edificio? “Bueno, la idea es restaurarlo completamente, de manera ordenada y sin precipitaciones a medida que también se encuentre financiación para ello. En este sentido, son mejores los pequeños pasos en la buena dirección, que las prisas. Si tienes continuidad y sabes a dónde vas, al final, llegas”. Restaurarlo poco a poco y con cierta prudencia también permitirá disponer de tiempo para encontrar un buen uso para el edificio.

 

Lo más importante, el edificio

Pero más allá del destino final del palacio, José Ramón Duralde insiste en algo que muchas veces se olvida: el propio valor del edificio en sí. “No hay que ver al palacio como un mero contenedor, porque la pieza más importante de lo que sea finalmente, es el propio palacio, no lo que vaya dentro, y así hay que tratarlo”, recuerda.

 

Que no se sepa el destino final del edificio tampoco lo considera un lastre para los trabajos de restauración. “Hay que tener en cuenta que el edificio pide unas actuaciones que son lógicas. Además, tenemos muy claro lo que no puede ser”. El convenio de expropiación habla así de un uso público, principalmente museístico… entre otras cosas. Las normas relativas al patrimonio histórico son a su vez muy estrictas respecto a lo que se puede hacer o no, algo que Duralde tiene muy claro –el arquitecto es miembro del Consejo Regional de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, designado por la Provincia Eclesiástica de Madrid–.

 

Sobre las actuaciones en marcha, nos explica por qué va a dejar con una cubierta de plomo, en vez de tejas, los portones del palacio: “Así los terminó Ventura Rodríguez, de una forma sencilla, al igual que así terminó los torreones del palacio, también hoy rematados con teja, pero que originariamente también tenían cubierta de plomo”.

 

Hay otros secretos que esconde el edificio y que irán apareciendo a medida que avancen los trabajos de rehabilitación del mismo. Nos devela que “el palacio está construido sobre otro palacio del siglo XVII. ¿En qué medida existe ese palacio? Ya han aparecido algunos signos con las obras de realizó la SGAE y probablemente veremos más a medida que avance la restauración”, asegura.

 

¿Es normal que un arquitecto firme tantos trabajos en un municipio? “Bueno, es un proceso lógico y que pasa si lo que has hecho anteriormente ha tenido aceptación”, señala. El premio Palacio del Infante que recibió el pasado 4 de octubre y que concede cada año la Asociación Boadilla Activa a una persona relevante de Boadilla o relacionada con el municipio, reconoce todo su trabajo aquí. Premio que considera “un buen estímulo para seguir trabajando”.

 

Es curiosa la manera en la que llegó a Boadilla. Fue en los noventa de la mano de Julio Rodrigo, párroco de San Cristóbal. “Mi tío era párroco en Aranjuez y Julio era el coadjutor de esa iglesia. Mi tío me recomendó y él contó conmigo cuando las monjas Carmelitas cedieron el uso de la iglesia y el convento, entonces un edificio en ruina, a la diócesis de Getafe”.

 

Otros proyectos en su curriculum

Además de todo lo que ha hecho en Boadilla, por sus manos han pasado edificios como las catedrales de Logroño, Getafe o Ávila, así como las murallas de esta última ciudad. Destacar también uno de los proyectos más importantes que ha dirigido a lo largo de su trayectoria: el Programa de Restauraciones en Iberoamérica entre los años 1983 y 1992.

Actualmente, acaba de inaugurar en Ávila el Palacio de los Superunda o de los Caprotti, que data del siglo XVI. Está restaurando la iglesia parroquial de Pinto (s. XVI) –“se desmontó en el s. XX su fachada, una pena”–, y la iglesia de Ciempozuelos –“de los siglos XVI-XVII, también enmascarada por mil obras”, dice–. Recomienda ir a ver ambas.

Sobre el destino final del Palacio de Boadilla, José Ramón Duralde cree que “de momento no hay que preocuparse mucho por eso. Hay alternativas para el palacio, las tenemos en Boadilla mismo. En las propuestas de restauración estamos siempre pensando en una posibilidad muy abierta de usos distintos, contando siempre con la posibilidad de que sea un museo”. Su trabajo pasa de momento por rehabilitarlo poco a poco. Una labor que se ha dejado en buenas manos.