Una vida entera sobre el escenario en la que “he hecho todo lo que me he propuesto”. A Rafael Martos (Linares, 1943), Raphael, nunca le ha faltado trabajo. Niño prodigio, a los nueve años ganó el premio a la mejor voz infantil de Europa en el festival de Salzburgo (Austria), en 1962 obtuvo tres primeros premios en el Festival Internacional de la Canción de Benidorm, representó dos veces a España en Eurovisión –en 1966, con Yo soy aquel, quedó en séptimo puesto; y en 1967, España ocupó el sexto con la canción Hablemos del amor–... Primeros reconocimientos de una brillante carrera de uno de los artistas españoles más aclamados en todo el mundo.
Medio siglo da para mucho. Su extensa y exitosa discografía le hizo merecedor del exclusivo disco de Uranio por sus ventas superiores a los 50 millones de discos. Ha protagonizado varias películas, programas de televisión y de radio, musicales...
Con trabajo e ilusión ha mantenido siempre una capacidad, sólo al alcance de los grandes artistas, para saber reinventarse continuamente, seguir siendo él y colgar en cada espectáculo el cartel de No hay entradas. Como en los dieciséis conciertos que dió en diciembre en el Teatro Compac Gran Vía de Madrid. Este mes inicia su gira americana. En Madrid podremos volver a verle en el Palacio de los Deportes el 16 de junio.
Está casado con la escritora y periodista Natalia Figueroa, con la que tiene tres hijos: Jacobo, Alejandra y Manuel. En Montepríncipe tiene su refugio personal desde hace 35 años.
¿Le queda algún sueño por cumplir? Ufff... Sí, me queda mucho por hacer. Estoy en un continuo aprendizaje. Me queda por hacer todo y mejor hecho.
"Sí, me queda mucho por hacer. Estoy en un continuo aprendizaje. Me queda por hacer todo y mejor hecho".
Ha actuado con los mejores cantantes (Rocío Jurado, Alejandro Sanz, Joan Manuel Serrat)... ¿Alguien con quién le gustaría salir al escenario? Yo siempre estoy abierto a actuar con la gente, siempre que sean buenos y profesionales. Yo tengo el sueño de cantar con… pues no, pero he cantado con casi todo el mundo. Con quién he querido cantar, lo he hecho. No me he quedado nunca con ganas de nada: lo que me propongo, lo hago.
Tampoco le ha faltado nunca trabajo. Es verdad. Siempre he sido muy luchador, siempre he estado dispuesto a hacer cosas nuevas. No me gusta dormirme en el pasado, no soy una persona nostálgica.
¿De dónde saca esa energía que transmite sobre el escenario? De la inmensa ilusión que tengo por las cosas. Me hace más ilusión mi carrera en estos momentos que cuando empezaba. Sentir esa ilusión, después de 50 años de trabajo, es fantástico; me siento un ser afortunado... La ilusión es el motor que mueve al artista. El día que un artista deje de tener ilusión, más vale que se vaya de vacaciones largas, largas, largas... Me gusta lo que hago. Y si encima está premiado por el público de esa manera, es un aliciente bastante grande.
Quizá de ahí su capacidad para hacer siempre cosas nuevas. Algo nada fácil, por otra parte. Sí, cuesta mucho trabajo porque dices “voy a hacer esto” y todos los que tienes a tu alrededor te dicen “uy uy uy... ¿No es mejor hacer lo que hiciste el año pasado?”. Tendemos a ir a lo seguro... Pues no, a mi me gusta la aventura e ir para adelante.
En su último trabajo recopila boleros, rancheras y tangos. Es un disco que le debía al público latinoamericano, por su fidelidad tremenda. Lo tenía que hacer, y lo he hecho. Ha tenido mucha aceptación aquí y allí.
"Continuar vigente después de tanto tiempo y seguir interesando al público, que es bastante complicado. Algo que cuesta mucho trabajo porque nadie me ha regalado nada".
¿Y su mayor aventura? Continuar vigente después de tanto tiempo y seguir interesando al público, que es bastante complicado. Algo que cuesta mucho trabajo porque nadie me ha regalado nada.
¿Qué proyectos tiene para el 2011? Voy a cantar casi todos los días. Ahora empiezo la gira, que me llevará hasta primero de diciembre, momento en el que sacaremos nuevo disco... ¡y vuelta a empezar!
Siempre de gira y viajando de acá para allá. ¿Cómo ha conseguido permanecer cerca de su familia y ejercer de padre estando tanto tiempo fuera? Es difícil. No estoy de acuerdo. Más vale poco y muy bueno que una rutina. Natalia viene a veces conmigo. Y los chicos, de una manera u otra, han estado siempre conmigo. Son lo más importante que me ha ocurrido; estamos pegados. Antes, si estaba un año en Latinoamérica, establecíamos un centro de operaciones: México, Miami... donde estuviera el trabajo, y nos íbamos todos allí. Y hoy en día, con el móvil e internet, estamos tan en contacto unos con otros que parece que estoy en casa. Internet ha hermanado al mundo de una manera tremenda.
Conoció a Natalia en 1968 y se casaron en Venecia en 1972. ¿Por qué allí? ¡Y por qué no! Queríamos una boda discreta y que no fuera una verbena, y lo conseguimos.
¿Era difícil también entonces conseguir cierta intimidad y estar a salvo de los paparazzi? Sí, aunque no era tanto como hoy en día. Pero no me quejo: ellos me respetan a mí y yo les respeto a ellos.
Su hijo pequeño, Manuel, se dedica también al mundo de la música. ¿Le pide consejos? No los necesita. Una vez le preguntaron qué consejos le daba su padre, y le oí decir: “A mi padre no le pido consejos. Le veo. Veo lo que hace. Cómo hace las cosas, cómo se comporta y cómo las hace. Con eso es bastante”. Y creo que tiene toda la razón.
"Yo soy muy casero. Me gusta estar con los míos y divertirme con ellos. Soy de poco salir y de que entren muchos a casa".
¿Cómo disfruta de su tiempo libre? Yo soy muy casero. Me gusta estar con los míos y divertirme con ellos. Soy de poco salir y de que entren muchos a casa. Me encanta pintar... ¡No para exponer! Para un amigo... ¡En vez de regalarle una corbata, le regalo un cuadro y le fastidio la vida! (Se ríe).
¿Cómo recaló con su familia en Boadilla del Monte? Nos lo recomendaron amigos nuestros. Vinimos aquí hace 35 o 36 años. Natalia y yo teníamos la ilusión de vivir fuera de Madrid, pero no demasiado. Y esto tiene la ventaja de que está muy cerca, y más ahora, tan comunicado con todas las emes de toda la numeración posible. Es muy agradable vivir aquí, entre árboles. Tres de los seis hijos de mis hijos han sido bautizados aquí. Suelo ir a comer a los restaurante de Boadilla y me gusta mucho pasear por el monte. ¡Es impagable!
¿Qué mejoraría del municipio? Me gustaría que se terminara y se diera un destino adecuado al Palacio de Boadilla. Un museo, una casa cultural... Hay muchas salidas para un edificio tan fantástico, para que no siga ahí, parado en el tiempo y en el estado en el que está. Las cosas paradas se oxidan, se van deteriorando. Hay que procurar que una cosa tan bonita no se deteriore.