Lleva más de una década como DJ profesional. Desde que a los 17 años de edad compró su primer equipo, su amor por este oficio no ha cesado. “Todo empieza con una pasión. El boom de la música electrónica en los 90 me tenía hipnotizado. Encontré un equipo baratillo y empecé a hacer mis pinitos de manera autodidacta”, nos explica Rafael Ambit, joven boadillense de 35 años.
Sus primeras actuaciones, como sucede en esta profesión, fueron en fiestas y eventos de conocidos. En Boadilla su gran oportunidad se dio en el Kaboa, una sala de la localidad ya cerrada, en la que estuvo más de siete años amenizando las salidas nocturnas de los boadillenses. “Se dio la ocasión de hacer una prueba en ese local y les gusté. Esa fue mi casa, durante siete años, los viernes y sábados”, nos cuenta.
Su trabajo no se ha limitado únicamente a la noche y los bares. También ha trabajado en eventos, bodas, bautizos… “Si no tienes la suerte de tener un nombre, te tienes que buscar la vida y tocar todos los palos posibles. A mí eso me ha enseñado muchísimo, porque en vez de enfocarme en un estilo en concreto he tenido que abrir el abanico, ser camaleónico y escuchar de todo para contentar al público, que al final es quien te contrata”.
Este DJ no solo es miembro de una de las peñas más grandes de Boadilla, Q3. También es un habitual en el escenario de las fiestas. Un lugar al que llegó por casualidad. “El año en el que se trasladaron las fiestas al verano, uno de los DJ que habían contratado estaba teniendo problemas con su equipo. Yo siempre me llevo el mío para pinchar dentro de la peña. Al verle con dificultades, me ofrecí para sustituirle. Le gusto tanto que me pidió que repitiera al día siguiente”.
Desde entonces sentó precedente y son los propios vecinos los que año tras año le piden un día de sus famosas sesiones en las fiestas patronales.
Le preguntamos por la sesión de este año, que será el 7 de octubre, tras el concierto inaugural de M-Clan, para que nos adelante alguna novedad. Y esta es su respuesta: “Yo nunca preparo las sesiones. Me gusta ver cómo va fluyendo el público. En esta profesión tienes que ser un poco psicólogo; intuir lo que la gente necesita en ese momento, escucharles y saber qué poner para conseguir que se muevan y disfruten”.
Y es que Rafa se considera antiborreguismo. Odia los tópicos y procura que en sus sesiones haya siempre una gran variedad, mezclando canciones de moda con temas clásicos. Y como todo DJ que se precie, siempre alerta y pendiente de las reacciones del público.
Cuando le preguntamos por el futuro, nos cuenta que siempre ha tenido claro un sueño: ser profesor. “Me encantaría enseñar en una escuela de disc jockey. Cuando he dado alguna clase a amigos, me ha gustado mucho la sensación de pasar el testigo”, nos comenta Rafa.
Para concluir, le gustaría transmitir a los jóvenes la idea de que el DJ no puede limitarse sólo a poner música, sino que tiene que conocer al público, jugar con esa faceta de psicólogo y pensar menos en el equipo y más en la gente.
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