Nos encontramos con el violinista Paco Montalvo en los jardines del Real Círculo de Amistadde Córdoba, tradicional sociedad cultural de la ciudad en la que nació y vive. Un lugar tranquilo y al resguardo del calor.
Tiene 25 años. Y se podría decir que musicalmente prácticamente lo ha hecho todo, aunque él insiste en que “hay muchísimas cosas por hacer. Y lo bueno es que tengo ilusión por seguir creando, innovando… Y sobre todo, de disfrutar”.
Con seis años dio su primer recital en su ciudad natal. Con 12, debutó con la Orquesta Sinfónica de RTVE en Madrid.
“Si con una orquesta de 90 músicos te comes una frase, estás muerto. Y en el flamenco, si haces eso eres un crack”
Con 17, tras su éxito con la actuación con la Orquesta Sinfónica de la ópera de Israel, en Tel-Aviv, le invitaron a tocar en la sala principal del Carnegie Hall de Nueva York. Se convirtió en el violinista más joven que se había subido sobre el escenario del mítico teatro neoyorquino en lo que va de siglo.
Paco Montalvo está considerado entre los tres mejores violinistas de música clásica del mundo. Y es el único que ha convertido a este instrumento en voz principal del flamenco. Paradójicamente, con este giro en su carrera le ha llegado el reconocimiento en España, porque hasta entonces apenas actuaba aquí ni era conocido.
¿Echas de menos algo de tu infancia? Tienes pinta de haber sido un chico bastante responsable.Eso me lo han preguntado mucho. Sí, puede que fuera más responsable de lo normal por todo lo que estaba viviendo. Pero he disfrutado muchísimo y he hecho lo que he querido. He estado con mis amigos, he disfrutado de fiestas de cumpleaños con ellos, jugaba al fútbol… A mi siempre me ha gustado jugar al fútbol y tocar el violín. Era lo que hacía cuando salía del cole. Y nunca me perdí un partido de fútbol por culpa del violín, que eso sí que me habría dolido.
Es cierto que, bueno, algún fin de semana tenía que coger un tren y un avión. Pero era tal la felicidad que tenía por ir y al volver ir a contárselo a mis amigos… Me sentía como un héroe.
Tu padre vería en ti algo especial ya de pequeño. Sí, mi padre probablemente vio que tenía talento porque si no seguro que no habría apostado tanto (se ríe). Mi padre siempre ha querido darnos la mejor formación en lo que hemos querido a mí y a mi hermana [dos años mayor que él].
Música clásica, flamenco… ambos música pero estilos tan distintos. ¿El más difícil?La clásica sin duda. Pero cada uno tiene algo especial para mí. En el estilo clásico tienes la oportunidad de recrear algo que ha pasado de generación en generación. La misión de un buen intérprete es hacer exactamente lo que está en la partitura. Y, por supuesto, transmitir algo. Y el flamenco es todo lo contrario en ese aspecto. Eres mejor o puedes ser el mejor cuando no haces ni caso a lo que tienes preestablecido, si te dejas llevar.
En un concierto de música clásica te puedes equivocar en una nota. Ahora, que el público se entere, esa es otra historia, aunque tú sabes que te has equivocado en algo. Pero si con una orquesta de 90 músicos te comes una frase o enlazas con otra, estás muerto. Y en el flamenco, si haces eso eres un crack (se ríe). Tiene la música establecida, pero si por cualquier cosa se te va, o estás inspirado y quieres hacer otra frase, puedes hacerlo sin problemas. Y eso es bonito, es un cambio muy especial.Y luego, por supuesto, el ritmo que tiene la música del flamenco, la pulsación de cada palo, le da vida. Es algo muy especial, que aunque no entiendas lo estás viendo. Es algo que la música clásica no tiene. Eso te engancha.