¿Cómo descubriste tu vocación por los primeros auxilios? Realmente hay alguien muy importante, que es mi padre, médico de emergencias. Él fue el que me inició para trabajar de socorrista en la playa, que es como empecé en el año 99. ¡Y me gustó tanto...!
También tuve una experiencia que no he contado mucho... Tendría yo seis años. Mi abuelo me cruzó la calle; y al regresar, le atropelló un coche. Yo lo vi y estuve con él ahí. Claro, le miraba y no sabía qué hacer. Se recuperó de aquello. Luego, dos años después, nos llaman, voy a casa y me encuentro a mi abuelo asfixiado y una persona haciéndole ventilaciones, la RCP [reanimación cardiopulmonar]. Murió. Entonces me dije: “Tengo que saber algunas técnicas para poder actuar yo como primer interviniente”. ¡Y mira cómo estamos!
¿Recuerdas tu primera intervención? ¿Qué sentiste? Mis primeras intervenciones son todas en playas, de personas ahogadas en el Mar Menor. Tenía yo 19 años. Tengo en el recuerdo el tema de los niños, que impactan más que un adulto. Niños que hemos podido rescatar, pero otros que no... Hay un caso, que sucedió en La Manga en esos primeros años, de un niño de dos años y que aún recuerdo. Los padres estaban en una casa de alquiler de vacaciones, recién llegados. Y la piscina no tenía valla. El niño se lanzó... Cuando llegamos a los diez minutos, no pudimos hacer nada.