Nuevo disco. El octavo en su carrera. Nuevo look. Atrás dejó hace años ese chico gamberro y fanfarrón. Pero por si no nos habíamos dado cuenta, ahora se nota más con su cambio de imagen. Ramón Melendi Espina cumple este mes 38 años. En febrero nació su tercer hijo, una niña, Lola (la mayor, Carlota, tiene once años; y Marco, seis). Acude con ella y su madre a la entrevista. Le esperan pacientemente mientras nos atiende, saluda y se hace fotos con quienes le reconocen en una mañana de compras y compromisos familiares y laborales. Reconoce que “es dura la gira, pero aún lo es más la promoción... Aunque necesaria”, aclara.
Con el nuevo disco Quítate las gafas bajo el brazo (a la venta desde el pasado mes de noviembre), y una vez terminado su trabajo como coach en la cuarta edición de la La Voz (el programa de Tele 5), parte en unas semanas hacia Ecuador, donde comenzará su gira americana (visitará también Argentina, Chile, México y, por primera vez, varias ciudades de Estados Unidos). Cuatro meses en los que tan solo tendrá dos descansos de una semana cada uno que pasará en España. En uno de ellos, el de marzo, aprovechará para colaborar en Boadilla del Monte en un campaña contra el acoso escolar (Stop Bullying) organizada por la Policía Local de Boadilla.
¿Cómo eras de pequeño y en qué momento descubriste tu pasión por la música? Yo de pequeño era una persona supertímida, superprotegida al extremo por mi madre. Crecí sintiéndome inferior por el simple hecho de que yo no podía hacer cosas que los demás sí podían hacer. No porque realmente fuera inferior. Pero al final, uno acaba convirtiéndose en la proyección de sí mismo que se hace en la cabeza.
Cuando uno llega a la adolescencia, lo que quiere es romper con toda esa proyección. Y cuando rompes esa proyección, no vale hacer lo mismo que los demás. Tú tienes que hacer el doble para reivindicarte. Entonces se produjo un gran choque en mi persona. Primero, por lo tímido que era. Y lo sigo siendo. De hecho, ahora si me sacas de cosas que controlo, me callo. Ahora, porque antes era un fanfarrón y no me callaba. Y el segundo gran choque fue el descubrimiento de la guitarra. Curiosamente, en el desván de mi abuelo –mi familia emigró de La Carolina (Jaén) para trabajar en la minería asturiana- había una guitarra. Nadie en mi familia tocaba la guitarra. Nadie era flamenco ni tenía nada que ver con la música.
La primera guitarra
"Yo vi la guitarra como un arma para ligar porque mi amigo Pablo Moro se llevaba a todas las chicas de calle con la guitarra. Me di cuenta que tenía facilidad para hacer canciones, para modular armonías de manera diferente en mi cabeza. Y que con la música me costaba mucho menos expresarme. Cuando uno descubre eso cuando es joven, ¡quién te lo quita de la cabeza! Empecé en la música como una manera de comunicar".
Tus canciones son experiencias e historias poetizadas. ¿Nunca has pensado escribir un libro de poesías? Tengo muchas poesías escritas, pero siendo honesto… Cuando estoy con los chavales en La voz, lo primero que les digo es que para triunfar en la vida no hay que ser el mejor del mundo, sino la mejor versión de ti mismo. Es decir, debes poner siempre en valor lo que sabes que haces bien y no querer hacer lo que no sabes hacer.
Como para mí la música es una manera de comunicar, es lógico que le dé mucho valor a las letras de mis canciones y a lo que cuento. En definitiva, es lo que saco de dentro de mí. Me apasiona escribir. Pero vivimos en un mundo complicado, con muchos prejuicios para que yo, con mi pasado, me vaya a meter en este mundo intelectual de la poesía. ¡Sería, como mucho, un libro de iniciación a la poesía!
Pero pareces un Melendi nuevo del de hace unos años a ahora. He madurado. Algo que te da los años, la propia vida, los niños… Aunque mucha gente no se da cuenta de que has cambiado y en el inconsciente colectivo todavía pervive la noticia del incidente en el avión. Digamos que ese personaje que en mi inocencia yo alimenté cuando era más joven, sigue estando ahí. Un personaje que quien me conoce sabe que ya no está.
También ha cambiado tu estilo musical. ¿Qué dicen los fans? Entiendo que cuando saco un disco, el público quiere reconocer el Melendi de antes. Pero también entiendo que yo no puedo hacer lo mismo de siempre por el simple hecho de que lo están esperando. No sería honesto ni para mí ni para ellos. No puedo llegar al concierto y tocar temas como Vuelvo a traficar, Sin noticias de Holanda, Informe del forense… No tiene ningún sentido. La gente no quiere lo antiguo.
Si somos consecuentes y honestos, y yo creo que lo soy, lo único que verdaderamente le puedo dar a la gente que me escucha es el cambio. Porque yo creo en el cambio. Y es lo que están viviendo conmigo. Cierto es que las personas tenemos mucho miedo al esfuerzo que supone el cambio. Pero luego, te enganchas y te das cuenta de que es en esa apertura a la vida cuando uno crece. Y al final, los seres humanos somos como antenitas que emiten en una frecuencia: hay gente a la que el mensaje que le transmito ahora no le llega y hay otros que se han enganchado.
¿Cómo es tu proceso creativo? Es complicado. Yo vendí un millón de discos casi sin saber nada de música, con seis acordes que me sabía. Entonces te dicen que eres artista, y tienes el riesgo de creértelo. Y eso influye. Y te sientas ante el piano a esperar que alguien te ilumine. Y no es así. Eso termina generándote un conflicto y una crisis de identidad.
Sí es verdad que hay artistas, como en el mundo flamenco, que viven de la inspiración del momento… Pero yo, al final, soy como un periodista que hace un artículo: captas un tema, algo que te interesa, investigas, lo escribes... Así que tengo una rutina de trabajo diaria y me pongo todos los días a ver qué sale. Ya sé que hay días que no va a salir nada, pero aguanto. Puede que en dos semanas no salga nada, hasta que de repente sale una cosita... Y poco a poco, trabajando todos los días, van saliendo nuevas canciones. A los seis meses ya lo tengo. Y luego me tiro un año y medio grabando, produciendo las canciones, dándoles vueltas y demás.
Eres el productor de tu último disco. ¿Cambia mucho la perspectiva viendo las cosas ahora desde el otro lado? Sí cambia, sí. Te das cuenta del trabajo que hay. Un disco da mucho trabajo y al final tienes que recurrir a otras personas para hacerlo. Yo diseño los arreglos y luego llamo a los profesionales a que lo graben. Ha sido una aventura. Pero bien porque a mí me gusta mucho salir de la zona de confort e intentarlo cuando uno cree que tiene capacidad para hacerlo. Que luego no sale, pues no pasa nada. Siempre se puede dar marcha atrás. Pero el hecho de intentarlo está bien.
Estas entre los artistas españoles más escuchados en las plataformas digitales en un contexto en el que cada vez se venden menos discos. ¿Cuál es el futuro de la industria musical? Está cambiando el mundo y no podemos quedarnos a esperar a que todo cambie y la música se conserve tal y como era. Nosotros tenemos que darnos cuenta de que no hay ninguna persona menor de 35 años que tenga un reproductor de CD a no ser que sea en el coche. Los CDs ya no se venden. Vamos a un mundo digital. ¿Qué tenemos que hacer? Pues buscar soluciones para modificar ese mundo digital y legislarlo antes de que las grandes compañías nos legislen a nosotros. Es así.
Ahora estamos buscando soluciones con las plataformas digitales. Los artistas tenemos un problema grande con YouTube. Y la solución pasa por un acuerdo entre las grandes multinacionales. Spotify, sin embargo, es la única plataforma que paga por descarga. Muy poco, pero paga. Y esto es importante porque hay una diferencia enorme entre que la música sea gratis y que valga algo, aunque sea un céntimo. Es un cambio de mentalidad. La gente debe saber que la música cuesta mucho esfuerzo y mucho dinero. Yo no quiero decir que tenga que valer un CD 20 o 30 euros, pero tampoco puede salir gratis.
En el sector hay una tendencia a quitarse intermediarios. Al final, la música irá directamente del artista al consumidor gracias al mundo digital, que te acerca directamente a las personas. Ir contra el progreso es absurdo.
Vecino de Boadilla
Melendi se vino a vivir a Boadilla hace 14 años. “Había vivido en Moratalaz con amigos, en Puente de Vallecas… Entonces tenía pareja y buscábamos una zona más tranquila. Y nos gustó mucho Boadilla”. Aquí residió más de tres años antes de trasladarse a una urbanización limítrofe. Aunque es habitual verle por nuestras calles porque vive prácticamente al lado y está el colegio de su hijo, al que trae y lleva habitualmente.
Con tres hijos, grabaciones, tu participación en La Voz, la gira… ¿Cómo llevas la conciliación con la vida familiar? Bien, pero es verdad que hay mucho sacrificio. Yo me voy ahora cuatro meses de gira, con dos parones de diez días entre medias en los que volveré a casa. Trato de disfrutar de mucho tiempo de calidad con mis hijos. Estoy aquí desde primeros de mayo hasta finales de año. Los conciertos son los fines de semana, así que mi trabajo me permite muchas cosas, frente a otros trabajos más absorbentes en los que solo ves a tus hijos un ratito al final del día. Entre semana disfruto de mucho tiempo con ellos. Les visto, les llevo al colegio, al médico, les baño… En ese aspecto, tengo suerte.
¿Y cómo te defines como padre? Es una labor difícil porque nadie nace aprendido como padre. Tratamos de no cometer aquellos errores que creemos han cometido con nosotros. Pero al final, cometemos otros. Yo creo que para ser buen padre, no hay que estar todo el día encima de los hijos. Debemos intervenir lo menos posible. Los niños tienen que aprender observando. Hay que ser feliz y querer mucho a tu pareja. Y que ellos lo vean. Al final, si estás encima de ellos todos los días, ‘haz esto, haz lo otro…’ acaban no escuchando lo que les dices. Los niños sienten lo que sientes. Si tú estás feliz, si te ven en un buen ambiente familiar, ellos crecen felices. Luego ya buscarán su camino, que es al final lo que queremos todos los padres.
Como padre, para mí es muy importante que ellos se descubran. A Marco le apunté al fútbol, y no le gustó. Le he apuntado a taekwondo, y sí le gusta. Le gusta mucho la música. A la mayor le gusta también la música. Son señales. Me encantaría que se apasionaran por algo, porque creo que tener una pasión por algo es la clave para que sientan el sentido de las cosas. Al final, si uno crece sin sentido, y lo digo por experiencia, el camino se complica.