La inevitable colisión entre fumadores y detractores del tabaco llegaba a su cénit el 2 de enero con la entrada en vigor de la famosa Ley Antitabaco, que prohíbe fumar en espacios públicos cerrados. Desde entonces, los lugares reservados en la hostelería a los fumadores, tras la promulgación en 2006 de la primera ley, han perdido sentido: ya no se permite fumar en bares, restaurantes, pubs o cafeterías.
La ampliación de la ley ha puesto en el punto de mira al sector. Algunos empresarios se han declarado insumisos ante la que consideran puntilla para sus negocios. Pero el acatamiento de la norma ha sido unánime en Boadilla, como ha constatado esta revista. Y eso que la controversia está servida. Es más, muchos tendrán que replantear sus negocios a la vista de una situación que, previsiblemente, terminará asimilándose como antes pasó en cines, hospitales o transportes.
Por ejemplo María José, del restaurante La Lonja, reconoce el quebranto que supone para su facturación la prohibición, pues “al no poderse fumar se pierde una parte importante de la facturación de sobremesa”, cuando la venta de puros habanos acompañada de licores cobraba protagonismo.
Una opinión compartida por Antonio, del karaoke Sinatra, que asegura que “hemos notado la bajada de público, y no nos ofrecen soluciones ni facilidades. Hay quien ha dejado de venir, otros se quejan… Y no tenemos ni podemos tener terraza”, añade.
En el polo opuesto, Pedro, del pub The Irish Abbey, indica que “la nueva ley ha tocado poco el negocio. Acato la norma, aunque no me gustan las prohibiciones. Hemos mantenido clientela y hemos detectado público nuevo antes reticente, como familias con niños que no venían por el humo. También hemos colocado toldos, paravientos y braseros para usar la terraza en invierno”, puntualiza.
En una línea similar, Antonio, gerente de los restaurantes Foster’s Hollywood e Il Tempietto, partidario de no fumar y que no pone ceniceros en las mesas de sus terrazas –dentro de sus locales no se permite fumar desde hace tiempo–. “No es un hábito molesto al aire libre, pero mejor concienciarse y dejarlo por los niños”, apunta. Con todo, seguirá dejando fumar en el exterior de sus negocios, como autoriza la ley.
Por último, Asun, del restaurante Gasterea, comenta que “en las bodas los fumadores acostumbran a salir fuera; y en los bautizos, las familias rehúsan fumar”, si bien considera que aún es pronto para evaluar la repercusión de la ley en su negocio. La prohibición, añade, no les ha generado problemas cotidianos, pero dan por perdidos “los 18.000 euros que invertimos en habilitar un espacio de fumadores dentro del restaurante”.
Y mientras, ¿qué pasa en los estancos? Más que la prohibición, lo que afecta a la venta del tabaco en el estanco es el precio, aseguran en el sector. Quini, del estanco de Nuevo Mundo, reconoce que “las ventas a través de las máquinas en bares y restaurantes han bajado”. Pero de momento no les han pedido que retiren las máquinas expendedoras de cigarrillos, como sucedió en un primer momento con la primera ley. “Entonces retiramos algunas, pero a las pocas semanas nos las volvieron a pedir. Los clientes lo demandaban”.