Reportaje

Amigos para siempre

Desde hace más de 25 años, se reúnen dos días a la semana: los martes para cenar y los miércoles a cantar. Son el grupo Rocieros de Boadilla, un coro rociero que nació en 1995 del empeño de varios vecinos de Boadilla que se conocieron en 1989-90 en la Escuela de Danza de Pilar Domínguez, donde iban cada semana a bailar sevillanas.

 

 Fue en las clases de baile, a las que algunos todavía acuden, donde la amistad entre ellos se fue forjando poco a poco. Y lo que comenzó siendo un “vamos a tomar algo” después de bailar, ha terminado en un grupo de treinta amigos que desde entonces comparten baile, coro, viajes (muchos de ellos al Rocío, en Huelva) y, por encima de todo, su amistad.

El coro se gestó un poco más adelante, y lo formalizaron en 2001, momento en el que registraron el nombre. “En uno de los viajes al Rocío, el Golosina, amigo de Lola Flores, nos presentó a los rocieros de Huelva, a los que fuimos a ver. Un día, viendo una foto del coro rociero de Getafe, Javier dijo ‘¿por qué no montamos un coro’?, y así empezó todo”, recuerda Teo Sánchez, impulsor de la agrupación.

“En nuestro coro todas las voces valen. No somos profesionales, pero sí serios”, puntualiza el propio Teo. Al final, lo importante para ellos es pasarlo bien y compartir buenos momentos. “No nos prodigamos en actuaciones. Nos gusta cantar. Quedamos una vez a la semana –hasta hace un mes, en su propia casa pero, desde que se mudó, utilizan un local en el Auditorio Municipal– para ensayar con nuestro maestro, el guitarrista Antonio Aranzueque, autor de gran parte de nuestro repertorio. Las actuaciones que hacemos son benéficas y muy ligadas a nosotros o nuestros familiares, como las bodas de los hijos de algún miembro del coro o compromisos con amigos”, dice.

Durante muchos años han sido asiduos de la Romería del Rocío que se celebra en el Cerro de los Ángeles en Getafe, y han participado en distintos eventos benéficos en el municipio.

Si los miércoles quedan a cantar, ocasión que una vez al mes aprovechan para celebrar la onomástica de cuantos cumplen años en el grupo; los martes se juntan a cenar. Durante muchos años, salían a menudo a bailar a distintos locales de la zona y Madrid, o hacían viajes juntos. Algo que hoy, los achaques de la edad o las obligaciones con nietos e hijos hacen más difícil. El caso, de todas formas, es pasarlo bien y mantener la amistad que les ha unido durante más de treinta años.