Marimar, la sirena gruñosa; Nicolás el sabio mentiroso.... Muchas bibliotecas infantiles están pobladas de ejemplares firmados por Rocío Antón y su buena amiga Lola Nuñez. Ambas dedican, desde hace 14 años, parte de su tiempo a la creación de libros y cuentos para niños, muchos de ellos pictogramas que mezclan palabras e ilustraciones para que los más pequeños se interesen por la lectura. Sus cuentos infantiles son auténticos bestsellers.
Rocío (Aranda del Duero, 1964), que vino a vivir a Boadilla del Monte junto a su hijo Luismi hace cuatro años, nos cuenta que entre sus aficiones figuran la cocina, las manualidades y la naturaleza –“en Boadilla pones un pie en la calle y estás en el campo”–, pero que le apasiona la faceta humana: participa en cuantas ONGs y causas solidarias le brindan paso. Colabora con una iglesia como monitora de apoyo escolar, está involucrada en el proyecto Coráfrica de la ONG Dignidad Boadilla impartiendo clases a profesores en Guinea...
Confiesa que se lleva particularmente bien con niños y mayores, y que siempre soñó con ser maestra. “De pequeña daba clase a mis muñecas” afirma.
Trabaja como editora en Anaya en el área de Educación Infantil, labor que compagina con la creación literaria. Colecciones como Los cuentos del viejo roble, editada hasta en inglés, Malos de cuentos y Buenos de cuentos, rimados como El vampiro debilucho; o libros como La llamada del agua y Una historia de piratas… o casi, son parte de los muchos relatos nacidos de la pluma de una prolija autora que ha publicado en Edelvives, SM, Oxford o Alfaguara, entre otras editoriales.
¿Cómo empezó todo esto? Lola y yo trabajábamos juntas, y a veces detectábamos carencias en las propuestas literarias que nos llegaban. Hubo sintonía y comenzamos a completar imaginariamente aquellas lagunas. Cuando se fue de Anaya, me llamaba para buscar ideas… De pronto nos vimos planeando y desarrollando temas.
¿Se vive del cuento? Es difícil. La mitad de los royalties que generan estas obras va al ilustrador; el resto para el autor, que en este caso es doble: Lola y yo... No, nosotras escribimos para pasarlo bien y evadirnos de nuestros problemas. Haciéndolo nos reímos mucho.
Hay autores que aseguran que un libro es un “parto doloroso”. ¿Cuál es su metodología? Lola y yo tenemos textos por separado, pero lo que más nos gusta es escribir juntas. Cuando concebimos una idea la desarrollamos y la presentamos a la editorial, normalmente sin acabar, para su aprobación.
¿Se lo toman mal si la respuesta es fallida? Sinceramente, no. Además, si sale solemos participar en todo el proceso. Hasta elegimos ilustrador, lo que no es frecuente. Somos muy perfeccionistas, corregimos una y otra vez lo que hacemos. Lo más bonito del cuento es que a veces te lleva por un camino que no esperabas.
¿Proyectos a la vista? Muchos, pero nos falta tiempo hasta para buscar un agente literario.
¿Dónde surge la inspiración? Compro muchos cuentos, pero nunca los utilizo en mis textos. La inspiración surge de cualquier sitio: de un viaje, una charla, una situación cualquiera…
Como vecina, está encantada de la vida familiar de Boadilla, sus gentes, los niños... Peor lleva lo trabado de la comunicación con Madrid y la lentitud del Metro Ligero. ¿Un secreto? Relatar cuentos en público es su debilidad.