Cabría pensar que Rita Anoz, nacida en 1952 en Milagro, “el pueblo navarro de las cerezas”, lleva la música en sus genes. “Mis padres, sobre todo mi madre, cantaban divinamente, aunque nunca se dedicaran a ello”. Junto a ellos y sus seis hermanos (“todos cantábamos, al punto que algún periódico de la época llegó a llamarnos La Familia Trapp de Navarra”), se trasladó a Madrid en busca de un futuro mejor. En la capital, sus hermanos Jesús y Raúl estudiarían canto como antesala a una trayectoria profesional jalonada de jota navarra y que hoy, sesenta años después, sigue en pie a golpe, entre otras, de rancheras, “aunque parezca que por no salir en televisión no existan”, razona nuestra protagonista.
Rita se incorporó, de los 18 a los 23 años, a un dúo, el de Los Hermanos Anoz, que para entonces ya sabía del éxito a su paso por Radio Madrid y Radio Intercontinental en programas de la época para jóvenes talentos. Triunfaron en TVE en Imitando estrellas y actuaron en Galas del Sábado, 300 Millones, Iñigo en Directo y Un millón para el mejor, entre otros.
“La primera vez que participé en algo así fue en el concurso de Radio Madrid El Cola Cao; tenía siete años –relata–. Como artista debuté a los 18, ya con el carné que por entonces exigía la profesión y que sacabas en una prueba en el Teatro Benavente. Salí en Siempre en Domingo, con José Luis Peckér y Marisa Medina. Luego, con los años y en actuaciones en salas como Al-Andalus o El Corral de La Pacheca, mis hermanos me han invitado a cantar con ellos en ocasiones”. Precisamente, el pasado septiembre tuvo lugar un reencuentro artístico fraternal en Burgos, en el marco de un concierto.
¿Por qué dejó el espectáculo, la canción? La tradición de la época decía que una mujer se casaba, tenía hijos y un hogar que atender. Me retiré con mis hermanos en pleno boom profesional: estaba bien visto que un hombre fuese de un lugar a otro por trabajo, no más.
Pues sí, Rita se casó, con el fotógrafo (conocido en Boadilla) Jesús Garrido, y tuvo dos hijos: Raúl y Víctor. A sus 61 años luce un aspecto espléndido. Jovial y prudente, recordando aquellos, sus tiempos musicales, aflora una innegable melancolía: la pena por dejar las tablas nunca la abandonó. “Me costó dejarlo. Siempre he llevado una espinita clavada. La música se mete en la vena”,
Cuentan que canta bien todo con lo que se atreve: rancheras, latino…, por mucho que le imponga La Jurado. Cuando aterrizó en Boadilla, hace 25 años, descubrió un karaoke en el centro comercial Giraldo que, en parte, le permitió retomar su vocación. Más tarde fundó con su marido y el joyero Antonio Román un bar similar: el Sinatra, actual Karaoke Boadilla. Allí sigue recalando para desquitarse de su sueño frustrado, y deleitando a los asistentes con una voz que puede con todo.
¿Qué artistas le inspiran? Sobre todo, Rocío Dúrcal. También Jorge Negrete, Ana Belén, Joselito (con el que coincidíamos en la escuela de canto del maestro Arnedillo)…
¿Y de ahora? ¿Pablo Alboran quizá? ¿Qué tal Raphael? Sigo ‘La Voz’ y a veces imagino cómo actuaría si fuese coacher (jurado). Raphael tiene tantas tablas que suple con oficio donde no llega. En cuanto a Pablo Alboran, tiene mucha canción.
¿Qué le gusta de Boadilla? No fue fácil dejar mi hogar familiar, porque mi gente siempre ha estado muy unida. Pero ya no cambiaría esto por nada. Además de a mis amigos, y por la vida sencilla que llevo, aquí tengo todo lo que necesito, no echo nada en falta. Como en este sitio no se vive en ningún otro, con un monte accesible y cuidado, un pulmón, el entorno de pueblo pese a lo que ha crecido, los comercios, una actividad cultural variada…
¿Le hacen muchas peticiones musicales? Sí, claro. En reuniones, como las familiares, siempre sale una guitarra y aquello se vuelve un no parar. Cuando subo a un escenario, el que sea, me abstraigo y me siento como si fuese el mejor, aunque sea en compañía de mis amigos.