A Javier Ramírez le apuntaron sus padres a judo cuando tenía tres años en un gimnasio cerca de casa. Hoy se podría decir que está en la élite de este deporte en España: ocho medallas en torneos internacionales, y de ellas, dos de oro. Actualmente, en el ránking mundial está en el puesto 44 en su peso (73 kg, una categoría complicada por el gran número de deportistas en la misma).
Como casi todos los deportes, esta es una disciplina que exige dedicación y sacrificio. “Tengo seis días de entrenamiento físico a la semana y cinco de judo (técnica)”, nos cuenta. Así que entrena casi todos los días mañana y tarde, en sesiones de unas dos horas. Los martes y jueves lo hace en el centro de alto rendimiento de la federación. El resto, en su club de Fuenlabrada o Móstoles.
Es un deporte de contacto físico, por lo que sus practicantes están expuestos a muchos golpes y las lesiones son habituales (su hermano, David, que nos acompaña en la entrevista y también es judoca, –“es mi gran apoyo”, dice Javier– está convaleciente de una lesión).
Y mentalmente también hay que estar fuerte, “como Rafa Nadal. En un combate cuando estas totalmente exhausto, la diferencia entre ganar y perder está en tener esa valentía y seguir, y eso solo se consigue si mentalmente estás fuerte”, nos explica.
Como disciplina escolar (imparte clases en horario extraescolar a los alumnos del Eurocolegio Casvi), la clave está en que “es un deporte muy completo. Podría decir que es el mejor deporte de iniciación para niños de 3 a 12 años”, añade. Lo justifica porque es una actividad que “complementa muy bien físicamente al niño, sea este muy activo o más parado… Es también un deporte donde hay mucho respecto hacia el compañero, compañerismo, donde se siguen unos rituales, como saludar y darle la mano siempre al rival. Al final, todo ello es lo que hace del judo un estilo de vida”, asegura.
Como profesor, “es muy gratificante enseñarle a los niños lo que sabes”. En el Casvi lleva tres años impartiendo clases a niños de 3 a 16 años. En total, tiene ahí unos 130 alumnos. Entre ellos, ya hay uno que se va a examinar de cinturón negro. “Todo posible gracias al apoyo de los padres”, a quienes agradece su esfuerzo y apoyo.
Respecto a sus aspiraciones deportivas, el sueño es “ir a una olimpiada y hacer un buen papel”. A Río no pudo ir, así que la mente está ahora puesta en Tokio 2020, un camino que sabe será largo y duro.