Pudiera derivarse del término “boa”, que en el siglo XIII significaba “planta parecida al junco”.
El nombre de “boa” se da también a varias “lomas” del término de Mieres (Asturias).
Se dice también que es un topónimo de origen árabe, derivado de un “Abú Abd- Allah”, que daría un “aboadella”.
Otros piensan que los topónimos Boalo, Bustar y Boadilla hablan de la abundancia de ganado bobino.
Hay quien dice que Bobadilla era el apellido de los dueños de este territorio en el siglo XV, adoptando el nombre de sus propietarios don Andrés Cabrera y su mujer doña Beatriz de Bobadilla, que fueron los primeros poseedores del título de Conde de Chinchón.
Por último, se dice que en este municipio hay un pago llamado San Babilés, que en tiempos hubo una ermita dedicada al Santo, de donde se puede explicar el sufijo della dilla, Bábil-della Bábil-dilla, aplicado al nombre de este Santo.
Al primero: tenemos que señalar que es una planta de la familia de las equisetáceas criptógamas y vasculares. Carece de flores, y por lo tanto de estambres y cárpelos. Se reproducen por esporas que se desarrollan en los esporangios que están situados en un vertilicio en forma de espiga. Carecen de hojas, que están sustituidas por una vaina membranosa. Su nombre vulgar es “nudillo” o “cola de rata”, planta forrajera muy abundante en los humedales de las huertas, arroyos y praderas de Boadilla.
Al segundo: sabemos que la topografía de Boadilla está marcada por lomas de suaves pendientes, provocadas por arroyos y escorrentías. Dentro del término hemos de destacar el río Guadarrama y los arroyos Calabozo, Prado Grande, Valenoso, Los Pastores, Los Majuelos, Las Pueblas y La Vega, que perfilan la orografía de nuestro “mapa físico”.
Al tercero: aplicaremos que el “aboadella” podría ser un enunciado coherente.
En el cuarto, sí consta que Boadilla ha sido lugar de tránsito de ganado ovino durante siglos, de lo cual tenemos el testimonio de varias vías pecuarias que cruzan la jurisdicción de Boadilla. Otra cosa era el tránsito de bóvidos –que también lo era de óvidos– por la cañada Real o camino de Los Barros a los mataderos de Madrid.
Al quinto: digamos por adelantado que los referidos “condes”, nunca fueron propietarios de Boadilla del Monte. Sí lo fueron de una porción de nuestro territorio que se llamó “Vega Sagrilla” y, además, nunca fueron poseedores del título de Condes de Chinchón. Y que Boadilla ya tenía su denominación toponímica varios siglos antes de la existencia de don Andrés y doña Beatriz Cabrera-Bobadilla.
Al sexto y último: también creemos que es una afirmación coherente entre todas cuantas se deslizan en el intento de descubrir la historiografía de Boadilla del Monte, aunque, insistimos, en que no es la última exposición del enunciado.
Añado una última exposición: cuando los musulmanes fueron expulsados, en Boadilla quedaron algunos perfiles de sus pisadas y un ¡Adiós! ¡Fahs al Ballut!, que traducido significa… ¡Adiós! ¡Campo de las Encinas! Si se invierte la expresión, se tendrá: ¡Ballut al Fahs! Que cada lector aplique sus propias conjeturas, pues el autor no tiene, en este caso, otras que la de poder constatar los hechos. Ahí queda.