La tercera y última zona de trabajo, donde también se actuó en la campaña de 2016, se encuentra casi adosada a la pared noroeste del presbiterio de la ermita. Al igual que el caso anterior, se trata de los restos de otro almacén subterráneo con hornacinas, destruido en buena parte como consecuencia de intervenciones no arqueológicas realizadas de antiguo.
Es curioso señalar cómo la pared de esta estructura más cercana a la iglesia debió hundirse en algún momento, lo cual contribuyó a que tuviesen que construir un pequeño muro de ladrillo de contención para evitar más desplomes. Estas zonas de almacén, a falta de elementos concluyentes, podrían atribuirse a los siglos XV-XVII.
En estos dos almacenes sólo se han recuperado materiales de relleno compuestos por fragmentos de ladrillos, piedras y alguna cerámica poco diagnóstica.
Conviene señalar cómo se articulaba el espacio inmediato a la ermita: al noroeste se excavan pozos y depósitos de almacenamiento para las ofrendas; mientras que en el resto del área circundante se localizan las tumbas.
Cofrades generosos
Las ordenanzas de la Hermandad de San Babilés de 1478 en su epígrafe 10c nos señalan que “otrosi ordenamos e mandamos que de aquí en adelante pague de entrada cada cofrade media libra de cera y media fanega de trigo”, lo cual, junto con las donaciones recibidas por los feligreses, implicaban importantes dádivas que requerían de los correspondientes lugares de almacenaje. Estas circunstancias nos inducen a considerar que estos almacenes excavados en el suelo podrían atribuirse a los siglos XVI-XVII.