Boadilla y su historia

Francisco Sasso, pintor de cámara del infante don Luis

Muy poco se ha escrito sobre Francisco Sasso (1720-1776), pintor de origen genovés que desarrolló gran parte de su carrera en España, y que llegó a ser primero profesor de dibujo y después pintor de cámara del infante don Luis.

 

Sasso realizó sus estudios en la Academia de Génova donde posteriormente sería profesor y donde realizó algunas obras como los estucos del palacio Pallavicini y los frescos del oratorio de San Juan Bautista de Pieve. Con tan solo 33 años llegó a España al parecer sin invitación alguna. Encontró ocupación como profesor asistente en la Real Academia de las Tres Nobles Artes de San Fernando, creada oficialmente bajo los auspicios de Fernando VI en 1752.

En 1757 Isabel de Farnesio le reclamó en su destierro en el palacio de la Granja de San Ildefonso para pintar algunos frescos muy rococós, conservándose únicamente hoy en día uno en la colegiata y otro en el panteón de Felipe V e Isabel de Farnesio.

Desde 1756 Francisco Sasso ejerció como profesor de dibujo del infante don Luis circunstancia esta que, tras el fallecimiento de la madre de este, Isabel de Farnesio, en 1766, contribuiría a que fuese nombrado como pintor de cámara del Infante. A tal efecto se trasladó con su familia a una casa de la calle Alcalá de Madrid.

15 cuadros para el infante

Poco se conoce de sus trabajos para el infante. Sophie Domínguez-Fuentes, en su magnífica tesis doctoral sobre las colecciones del infante don Luis, nos dice que realizó una serie de quince cuadros para él que reflejan diferentes tipos pícaros, menesterosos e indigentes. Esta serie de obras constituye una auténtica foto fija de algunos de los tipos que se podían encontrar en las calles de Madrid y en ciertos ambientes populares que frecuentaba y conocía bien el infante.

De esta colección de los quince cuadros del infante hay referencias seguras al menos a seis obras: Dos mendigos Infantiles (colección particular), Muchacho vagabundo recostado (colección particular), Dos mendigos ancianos (Patrimonio Nacional), El hombre del tricornio (adquirido en 2006 por el Museo del Louvre), El Enano (colección particular), El Zapatero (colección particular) y Comedor de espárragos (colección particular).

Al menos las obras Dos mendigos infantiles y Muchacho vagabundo recostado incluyen en la parte inferior derecha el monograma S.Y.D.L. (Serenísimo Infante don Luis), característico de las obras propiedad del infante.

Sophie Domínguez-Fuentes (2007) apunta a que algunas de estas obras propiedad del infante formarían parte de su colección curiosidades, que incluía animales naturalizados con dos cabezas o deformes, y que se completarían con obras como El enano y Comedor de espárragos, este último tuerto y con sindactilia (falta de dedos en la mano).

Por su lado, la hijuela de María Luisa de Borbón y Vallabriga, incluye en la relación de bienes dos cuadros de Francisco Sasso: Baile de aldeanos y La Cámara óptica. Por su parte, la hijuela de la hija mayor, María Teresa, incluye el cuadro de El Sor. Ynfante Dn Luis a caballo y Un Químico, ambos de Sasso también. Del paradero de todos ellos no se tiene noticia hoy en día.

Se conservan dos obras de Francisco Sasso en el Museo Nacional del Prado: El charlatán de aldea y Reunión de mendigos, de las que no se tiene certeza de su procedencia, pero podrían haber formado parte de su colección debido a su temática.

Recientemente se ha documentado en un anticuario madrileño la obra titulada El ballestero del Infante don Luis y capitán de Monteros, un óleo sobre lienzo que incluye el monograma S.Y.D.L. del infante. La obra consta en los inventarios del Palacio de Boadilla de los años 1881, 1888 y 1904 y su ubicación primero en el salón de guardias de la planta principal, y posteriormente en el comedor.

La viuda del pintor cobró una pensión del infante hasta nueve años después de la muerte de su marido. De los 23 años que Francisco Sasso trabajó en España, diez los pasó como profesor de dibujo del infante don Luis y los otros diez, hasta su fallecimiento, como su pintor de cámara, lo que debió suponer que entre ambos existiese una relación más que óptima.