La Casa de aves, aviario o popularmente llamado gallinero del palacio del infante don Luis forma parte del conjunto palaciego junto con el estanque, la noria, los jardines, la huerta y la fuente. El infante, para muchos historiadores, constituye el auténtico Borbón Ilustrado, y complementaba con esta Casa de aves el maravilloso gabinete de historia natural que había formado en su palacio y que incluso competía con el su hermano Carlos III.
Este curioso edificio es reflejo de las inquietudes de la nobleza europea por atesorar e impulsar el conocimiento en todas sus facetas, con especial incidencia en el ámbito de la naturaleza. Todo ello como fórmula de ostentación. Recordemos que la obtención, transporte y mantenimiento de esa fauna salvaje desde diferentes partes del mundo y su coste económico, así como lo que implicaba el dominio de esa naturaleza salvaje, suponía un gran atractivo para el poder.
Ya antes de la Ilustración, la moda de coleccionar animales existentes en Roma, menos conocida en la Edad Media y reiniciada en el Renacimiento, se había desarrollado en el siglo XVII en todas las cortes europeas de distinto nivel, por lo que los aviarios y demás instalaciones relacionadas con la tenencia de animales exóticos se habían hecho comunes.
De estos edificios construidos para albergar colecciones faunísticas, destacaba la conocida como leonera del palacio del Buen Retiro, donde se organizaban además combates singulares entre leones, toros, osos y tigres.