Reportaje

Boadilla con la dana: estar donde nos necesitan

El desastre del temporal que azotó el pasado 29 de octubre Valencia y otras zonas de España también ha movilizado a vecinos de Boadilla del Monte, además de a empresas e instituciones, para ayudar a las miles de personas afectadas. Este es el testimonio de un grupo de voluntarios que ha vivido la cruda realidad en primera persona.

 

Seguramente has visto y leído mucho sobre lo sucedido en Valencia el pasado 29 de octubre, uno de los peores temporales sufridos en España en el último siglo. Cuando has perdido tu casa, tu trabajo, tu coche o un familiar entre la corriente y las tonelada de fango y lodo, el mundo se detiene y resulta difícil encontrar un rayo de esperanza.

Sin embargo, España es un gran país y una vez más los españoles hemos demostrado que en los peores momentos nunca se camina solo. Todos los municipios han realizado campañas de recogidas de alimentos y enseres de primera necesidad para poder sofocar las necesidades más urgentes de los valencianos, que son muchas. Y miles han sido los voluntarios que, desde cada rincón de España, han acudido a Valencia para ayudar en la medida de sus posibilidades. Y Boadilla, no iba a ser menos.

Desde aquí queremos reconocer la entrega de los vecinos que han viajado hasta allí de forma anónima a retirar lodo, entregar productos de higiene y comida, sacar vehículos de garajes o ayudar en lo que sea en esos pueblos y barrios devastados.

Miles de voluntarios han acudido a Valencia, desde cada rincón de España, para ayudar en la medida de sus posibilidades. Y Boadilla, no iba a ser menos.

Marco y sus amigos, Elsa, Tony y sus compañeros de la Policía Local de Boadilla, Ambros o Arancha son solo una muestra de quienes han estado ahí para ayudar a los demás.

Todo ello tampoco hubiera sido posible sin la gran solidaridad del resto de vecinos del municipio que, con sus donaciones, han contribuido a paliar las duras consecuencias de la dana. La recuperación no va a ser fácil, así que la ayuda será necesaria durante mucho tiempo.

 

Arancha de Benito

Muchos lectores conocen a nuestra vecina Arancha de Benito (en la imagen, en el centro) por su popularidad como presentadora en los años 90. Sin embargo, pocos saben que Arancha siempre ha sido una persona muy comprometida con una sensibilidad especial con los más vulnerables, los niños y los mayores. Lleva más de 12 años trabajando con la ONG Infancias sin fronteras.

El pasado 20 de noviembre, Día Mundial de la Infancia, Arancha celebró una cena benéfica como embajadora de la ONG que reunión a más de 400 personas y recaudó 75.000 euros. Una parte de ese dinero irá destinado a la reconstrucción del colegio Nuestra Señora del Socorro de Benetússer, devastado por la dana; y el resto, para los proyectos de infancia en los 8 países diferentes en los que trabaja la ONG.

Cuando la dana devastó varios municipios de Valencia, Arancha sintió la necesidad de ayudar de alguna manera a toda esa gente. Intentó ponerse en contacto con asociaciones de allí y con amistades. Gracias a una persona vinculada con el Ayuntamiento de Boadilla se apuntó rápidamente a la recogida que organizó el Consistorio.

La respuesta vecinal le pareció increíble. “No paraban de venir coches y coches de vecinos con sus donaciones, cientos de palés con material, varios camiones… siempre he pensado que los españoles somos muy solidarios, pero cuando sucede una tragedia como la de Valencia, me doy cuenta que somos más de lo que pensamos”, nos asegura.

Así que cuando surgió la posibilidad de llevar personalmente parte de toda esa ayuda, no lo dudó ni un momento. De su estancia destaca que “era un paisaje como de posguerra, triste, desolador, como si hubiesen tirado una bomba, y me emocionó mucho ver como todo el mundo ayudaba, aportaba, entregaba y se volcaba con los vecinos de Valencia”. Pero, sobre todo, la emoción de poder entregar los alimentos a los vecinos, “sentir que puedes ayudar a alguien y que eres capaz de aportar tu granito de arena”. Y termina apuntando que “es una obligación el ayudarnos, y cuando alguien nos necesita, debemos estar ahí”.

 

Marco Gómez López y sus amigos

Este joven vecino de Boadilla (20 años, y en la imagen, el segundo por la derecha) estudiante de medicina siempre ha tenido esa inquietud social del voluntario. El pasado mes de julio estuvo en Sierra Leona con la ONG Viva Makeni.

Ahora, con un grupo de amigos del colegio perteneciente al grupo de voluntariado Bondhu, se organizó para ir a Valencia. Una idea que al principio no convenció mucho en casa, pero cuando vieron que lo tenían bien organizado, “desaparecieron las reticencias”.

A través de una cuenta de Bizum recaudaron 2.000 euros para la compra de comida, materiales de higiene y palas. Así, a los diez días de la riada, los diez amigos de Boadilla montaron en sus coches rumbo a Burriana, Castellón, donde un padre del colegio les dejaba casa para dormir. Una vez allí, se levantaban a las 5.30 para llegar a las 7.00 a las zonas afectadas.

En Sedaví y Masanasa repartieron comida casa por casa. Con las palas pudieron limpiar un garaje, una casa, un local comercial y un párking subterráneo de tres plantas. Allí quitaron barro hasta que los bomberos llegaron haciéndoles el relevo.

Como todos, el mayor reto que encontraron fue la organización, superado gracias a una de las múltiples entidades existentes en la zona damnificada que les permitió arreglárselas y acceder a los distintos pueblos con los respectivos salvoconductos para sus vehículos.

Fue un gran impacto el ver que la gente lo había perdido todo, las calles devastadas...

Fue un gran impacto el ver que la gente lo había perdido todo, las calles devastadas... “Son muchas calles, pero estando en el día 13, en Masanasa había calles que todavía no había pasado el ejército”, apunta.

Una experiencia así también tiene momentos reconfortantes, como cuando el sábado a primera hora se cruzaron con “una abuelita yendo con su bolsa en la mano intentando ir a comprar algo. Le pudimos dar todo lo que necesitaba y la acompañamos a su casa cargando nosotros las bolsas. Dándonos las gracias emocionada, nos dijo que le habíamos salvado toda la semana porque el material no estaba llegando a las casas”. Se queda en los puntos de reparto, pero la gente mayor no es siempre capaz de llegar a estos por el estado de las calles.

La jornada terminaba antes de anochecer, volviendo a Burriana tras algo más de una hora de viaje.

 

Elsa Rodríguez Pérez

Elsa (en la imagen, a la derecha) es una de las muchas voluntarias que estuvieron en la recogida organizada por el Ayuntamiento de Boadilla del Monte. “Al ver la gran cantidad de alimentos y material de higiene donados, puse mi vehículo a disposición para llevar lo que fuese necesario”. Junto a una amiga, se sumó a la expedición de voluntarios de Protección Civil que puso rumbo a Valencia el sábado 9 de noviembre.

La sensación de querer hacer algo más es inevitable, y al final del día te vuelves a Madrid “con mucha impotencia”

Cuando llegó, la primera imagen que le impactó fue ver al ejército y Guardia Civil regulando el tráfico y acceso de vehículos a las zonas afectadas. “Había un auténtico aluvión de voluntarios intentando acceder, teniendo que aparcar a cinco y seis kilómetros sus coches, caminando esas distancias con su botas, palas y comida hasta el centro de Paiporta”.

Ese sábado eran miles los voluntarios venidos de todas partes de España los que intentaban acceder para echar una mano. “A la vuelta, recogimos a algunos de ellos y les acercamos a sus coches. Es muy difícil organizar a tanto voluntario que llega a un municipio sin ninguna referencia que les organice; y así, la sensación de desorganización es total. A pesar de entregar todo el material que llevábamos y haber ayudado directamente a los vecinos, la sensación de querer hacer algo más es inevitable, y al final del día te vuelves a Madrid “con mucha impotencia”, nos cuenta.

 

Antonio Merinos

Tony forma parte de la plantilla de la Policía Local de Boadilla del Monte, y gracias a un compañero, pudieron organizar un grupo de voluntarios.

Durante el puente de noviembre se coordinaron, y el martes pusieron rumbo a Valencia. Allí dormían en un polideportivo de Torrent habilitado para policías de toda España. Cada uno con su saco, esterillas y las mantas que les dejaron.

Cuando le preguntamos por lo que más le impactó, no lo duda: “El olor”. A pesar de tener grabadas varias imágenes, como la de un puente caído que daba acceso a Torrent, lo más impactante fue el olor, “difícil de describir”.

Su principal misión fue limpiar las calles de barro y lodo. También estuvieron ayudando a vaciar y limpiar las casas de enseres. La anécdota llegó cuando en una de las casas que iban a limpiar se encontraron con unos chavales de 20 años que también eran de Boadilla. “Los conocía como Policía Local y se alegraron mucho al vernos”.

Lo que resalta varias veces durante la entrevista es “la gratitud y cariño recibido de todo el mundo. Cuando ayudabas en las casas te ofrecían un café con lo poco que tenían, e incluso alguno nos ofrecía poder dormir allí”, afirma.

 

Ambros Miralles Carranza

A raíz de Filomena, Ambros estaba en un grupo de Whatsapp de voluntarios con 4x4 que ayudaba en el traslado de personas durante la nevada. En el grupo empezaron a escribir para organizarse como voluntarios para ayudar en Valencia.

Ambros, que también estaba como voluntario en la recogida de enseres organizada por el Ayuntamiento de Boadilla del Monte, pensó en llevar medicamentos en su moto, pero viendo que algunas necesidades urgentes en Valencia no podían llevarse en su moto, gestionó un camión y su propio coche para hacer un primer envío acompañado de una persona del Ayuntamiento.

Cuando llegaron a Paiporta, se dio cuenta que no es lo mismo ver las imágenes en televisión que ver, escuchar y oler la realidad en persona. Existe un caos que nunca antes había visto. Gente llena de barro intentando ayudar, moviendo el barro primero a un lado, luego a otro.

La parte buena fue ver la cantidad de gente joven ayudando como voluntarios. “Uno se queda asombrado de la solidaridad que hay en España y, sobre todo, de la gente joven.

Allí había muchísimos voluntarios de todos los rincones de España, muchas veces sin saber ni dónde iban a dormir”, afirma. Tiene una fotografía en la que se aprecia la marca de más de dos metros y medio que dejó ese día el agua a su paso por Paiporta. Como satisfacción personal le queda el saber que ha podido ayudar en la medida de sus posibilidades a esa gente que lo ha perdido todo.

Como reflexión, Ambros cuenta que “cuando entras y sales de Paiporta puedes ver desde el puente la profundidad y anchura del barranco del Poyo. Y sin embargo, pensar que eso se ha desbordado más de dos metros de alto de su nivel, te parece increíble. Es tal desastre, que es muy difícil luchar contra eso. No sé si alguna medida previa como la limpieza de cauces hubiera paliado algo, pero lo cierto es que eso es insalvable”, reconoce.